domingo, 28 de octubre de 2012

La voz, Charles Baudelaire

 La voz 
(Charles Baudelaire, de "Las Flores del mal")

Se encontraba mi cuna junto a la biblioteca,
Babel sombría, donde novela, ciencia, fábula,
Todo, ya polvo griego, ya ceniza latina
Se confundía. Yo era alto como un infolio.
Y dos voces me hablaban. Una, insidiosa y firme:
«La Tierra es un pastel colmado de dulzura;
Yo puedo (¡y tu placer jamás tendrá ya término!)
Forjarte un apetito de una grandeza igual.»
Y la otra: «¡Ven! ¡Oh ven! a viajar por los sueños,
lejos de lo posible y de lo conocido.»
Y ésta cantaba como el viento en las arenas,
Fantasma no se sabe de que parte surgido
Que acaricia el oído a la vez que lo espanta.
Yo te respondí: «¡Sí! ¡Dulce voz!» Desde entonces
Data lo que se puede denominar mi llaga
Y mi fatalidad. Detrás de los paneles
De la existencia inmensa, en el más negro abismo,
Veo, distintamente, los más extraños mundos
Y, víctima extasiada de mi clarividencia,
Arrastro en pos serpientes que mis talones muerden.
Y tras ese momento, igual que los profetas,
Con inmensa ternura amo el mar y el desierto;
Y sonrío en los duelos y en las fiestas sollozo
Y encuentro un gusto grato al más ácido vino;
Y los hechos, a veces, se me antojan patrañas
Y por mirar al cielo caigo en pozos profundos.
Más la voz me consuela, diciendo: «Son más bellos
los sueños de los locos que los del hombre sabio».

sábado, 20 de octubre de 2012

El mal del "no me importa, no es mi problema"

Ayer una niña apoyó la espalda en un estante del supermercado tirando muchísimas latas de conserva al piso. El ruido hiso que todos, instintivamente, nos girásemos a ver qué ocurría; es ahí cuando nos percatamos de una pequeña, retraída, apenada, sin saber qué hacer ni dónde esconderse de aquel momento vergonzoso que estaba pasando, ante la mirada curiosa de los usuarios, el desaire de, quien deduzco, era su padre, que volteó los ojos y se alejó unos pasos de aquél punto crítico, y de la risa burlesca, avergonzada y nerviosa de la madre que, tras un gran momento de silencio, cuando su hija intentó acercarse a ella para pedir apoyo moral, vociferando le ordena recoger las latas. Ni si quiera su hermana pequeña es capaz de moverse para ayudarla ante la exigencia de su madre para hacerlo.
Como es costumbre en este pueblo, todos se quedaron mirando la escena casi que con ojos acusadores o de lástima. Pero esperar que alguien saliera de su zona de comodidad y se acercara a ayudarla es una utopía, no quise quedarme con el simple "¡ay, pobrecita, nadie le ayuda!"; pues bien, yo soy "nadie", así que le ayudé para terminar con ese momento rápidamente. Tan avergonzada estaba que no fue capaz de responder a mis palabras, y apenas podía levantar esas pequeñas latas, así que me dejó el trabajo a mí, quedándose de rodillas a mi lado mientras terminaba de apilar dichas conservas.
¿Por qué los padres no apoyan a los niños en momentos así?, ¿por qué los regañan si no han cometido una falta grave?, ¿por qué ninguna persona es capaz de ponerse en el lugar, sobre todo, de un niño, sabiendo que algo tan insignificante puede afectarle?
No sé si es por una estupidez socio-cultural, un mal nacional, un injustificable exceso de pudor o de un inmisericorde "no me importa, no es mi problema", pero me parece ridículo y de una falta de conciencia tremenda el presenciar que alguien la está pasando mal y sólo quedársele viendo, incluso, hasta con mirada burlesca.