domingo, 28 de junio de 2015

Nostalgias entre amigas.


Desde hace unos meses que tengo un bloqueo creativo fuerte, de aquellos en que te enfrentas al papel (o a la pantalla) en blanco como si fuese el peor de tus temores. Nada salía de mí, quizás nada necesitaba hacerlo, pero ello se contraponía con mi deseo. Llegó un punto en que desistí. Dejé de luchar, entregándome a pequeños, casi nulos proyectos personales, muchos sin término, muchos incluso, sin comienzo. Hasta que hace algo más de una semana, una oportuna invitación me fue propuesta: Escribir un texto en conjunto. ¡Vaya! No me lo esperaba, pero era una idea llamativa. Me lo cuestioné, me puse trabas: "No tengo inspiración, no seré capaz de escribir, no siento ganas", pero el cariño y paciencia que me brindó mi gran amiga Esther, fueron factores esenciales que jugaron a favor para impulsar el proyecto. Me enfrenté al vacío, a la carencia creativa, y con voluntad, de pronto algo surgió. Los primeros versos los olvidé, los segundos los deseché, pero los terceros los capturé, sin importar su aparente mediocridad o la incertidumbre de si ella los aprobaría; Le gustaron y pudo hilar desde las ideas que le presenté, sus propias ideas. Borramos, transcribimos, pulimos, cambiamos, modificamos, siempre en un juego de adaptación, de flexible compañerismo y respeto. Nada de egos, nada de infantiles suceptibilidades.
Le permití experimentar con metáforas y figuras literarias que le agradan, probar cosas nuevas y, a su vez, ella me permitió intervenir. Lo importante y bonito del asunto fue mantener la esencia de lo que se quería expresar. Aún cuando su ritmo y mi ritmo no tienen el mismo compás, aún cuando mi estilo y su estilo son -a mi ver- radicalmente diferentes; El desafío fue unir ambos mundos. Independiente del resultado, lo que me trajo de regreso a la blogósfera, lo que me sacó de ese enfrascamiento, fue el proceso. Eso es lo que más rescato: Vivir libremente el proceso de creación. Fue hermoso trabajar en esto junto a ti Esther.

Sin más, por favor, léednos:


Nostalgias


En aquel horizonte soñado
donde palpitó una vez la mañana,

ahora, trémulo y agonizante,
me arrastra el ocaso.
Me sé cautiva en su bruma,
me sé doliente en el aire,
me sé, incluso, olvidada,
en los ojos que más me odian.

Como una noche de hormigas,

como una estrella de espectros,

como un relámpago en su cuna
¡Ay, dolor, cómo me asfixias!

Y, así... bajo los aplausos vibrantes

de la ciudad delirante,

entre el enjambre filoso
de coches sin luna,
pienso que puedo ser la lluvia
que falleció en tu maceta
de campanillas dulces,
un gato sin mú-sica
¡o una primavera sin dueño!

Muchas cosas puedo ser,

allá, donde el silencio

ensordece mis sentidos.
Pero aun así,
en el más necio razocinio
de mi laberíntica cordura,
en la más alocada
carrera de mis lágrimas,
concluyo:

Quizás, muy adentro,

más allá del perfume

que despide la flor
aterciopelada de mi alma:
sólo soy una niña
que ignora donde nace el grito
y se silencia el olvido.