
Gracias a sus arduos estudios en todas las ciencias y las mal catalogadas “pseudo-ciencias” como la astrología, la adivinación con runas y otras ramas ocultistas, por nombrar algunas, podían abrir las puertas del misterio, desarrollando sus dotes internos; esas facultades que laten dormidas en todo ser humano, pero que sólo un corazón atento y una mente abierta permiten conocer.
Una bruja o una hechicera, hoy en día simboliza la sapiencia femenina y el potencial místico que existe en cada una de nosotras, o en cada varón que decide explorar en las profundidades de sí mismo, sin juicio. Una bruja o brujo es una persona extraordinaria, dispuesta a conocer los secretos de la magia y la metafísica, de entender y trabajar sobre su poder personal, de expandir sus fuerzas mentales, de ir más allá de sus propias limitaciones
para ser la mejor versión de sí mismo
La estigmatizada “brujería”, en su aspecto positivo, es el conjunto de actividades y ejercicios que realiza el iniciado en pos de su desarrollo. Saber qué hierbas calman la ansiedad, como la melissa, o cuáles alivian el dolor de estómago, como el boldo, cuáles desinflaman y tranquilizan, como la manzanilla, o qué aromas despejan la cabeza, pero que ayudan en su actividad cerebral, como la menta, son parte de su proceso de aprendizaje. Conectar con el mundo natural y con los elementales es un gran paso para avanzar. Que algunos lo desvirtúen y usen de otra forma estas herramientas, no significa que todo practicante sea así de inconsciente. Una de las bases en no dañar y no tomar más de lo necesario, gran enseñanza que nos dejaron los druidas.
Las sacerdotizas de antaño (como las celtas de Avalon) que rendían culto a la diosa, a la gran madre, fueron aplacadas por el patriarcado que vino con el cristianismo, y posteriormente e incluso hasta hoy, se siguen tildando despectivamente, como personas ignorantes y paganas, cuando en realidad, fueron personas que descubrieron los aspectos más sagrados en sí mismas, en la Tierra y en el universo.
Por eso, hoy brindo con un té de jengibre y diente de león, por todos mis ancestros, hechiceros, magos, brujas, chamanes, sacerdotizas y más, que aplicaron la sabiduría inscrita en el templo de Delfos: “Conócete a ti mismo y conocerás al universo y a los dioses”. Hoy rindo honor a todos los brujos que existieron alguna vez, y a todos lo que moran en ustedes, ¡pues somos los desciendes de esas brujas que no pudieron quemar!, ese es el manifiesto interno de todo hombre y de toda mujer que hoy en día se está haciendo consciente de su sabiduría interior. ¡Siente ese fuego sacro dentro de ti!, déjalo salir, aunque los demás teman, pues toda bruja consciente de su sapiencia y poder, es la ruina de todo patriarcado y de toda mano que intente oprimirla. Ayudemos a limpiar ese título tan manoseado, menospreciado y cargado con una connotación tan negativa: ¡Seamos brujas orgullosas de serlo, rindamos homenaje a ese aspecto tan mágico que vive en nosotros!