Es seguro que alguna vez oíste la premisa “primero aprende a amarte a ti mismo porque si tú no te amas nadie lo hará”. Sí, lo sé, algo cursi, repetida y como salida de un no muy creativo libro de autoayuda. Pero reflexionemos un poco ¿vale?: Es curioso que por más herido y enfadado te sientas con el mundo y contigo mismo, puede ser que aparezca una persona que te ayude en menor o mayor medida a disfrutar un tanto de las cosas, hasta puede llegar a amarte aunque tú no te sientas capaz de apreciarte si quiera. Te sorprenderá que esa persona haya visto algo en ti, ¿un brillo quizás, algo especial? aunque te lo explique mil veces no lo entenderás, pero te encantará oírlo de todos modos. ¿Qué es lo que los unió?, ¿magia, química, Cupido? quizás sólo sea empatía porque se siente igual de miserable, porque no quiere estar solo y sin pareja, como a ti también te pasa. Siempre te costará entenderlo, porque no concibes la idea de que alguien se haya fijado en ti... Por ese lado, lo de que nadie te amará sin que tú sepas amarte primero, no parece tan válido ahora ¿cierto? así que en ese sentido, cualquiera podría enamorarse.
Pero ahora, vayamos de lleno al meollo del asunto. Tendrás alguien a tu lado, alguien que te eligió, alguien que te descubrió, “alguien a quien le debes mucho por estar contigo pese a como eres; tan poca cosa. ¡Te salvó de la soledad!” ¡Sí, claro! -Suspiro-... ¡Abre los ojos! Sinceramente no quiero hacer un pronóstico desafortunado, pero es usual que estas cosas a veces terminen mal si piensas de este modo; acabas dando más de lo que tienes, como si estuvieses en una deuda eterna. Así empiezan las relaciones tormentosas, así es como uno se autoencadena en un ciclo vicioso de agradecer el que te amen, aunque sea un mal amar...Y es aquí cuando nos damos cuenta del real trasfondo de la frase: “Aprender a amarse consiste en nutrir la autoestima”, mirar por sobre los defectos y falencias para poder sacar todo el potencial oculto en ti. Aprender a amarse es reconocer el valor que se tiene como individuo, como mujer u hombre; es respetar la integridad en toda la extensión de su significado. Cuando entiendes eso, entiendes que no eres un trapo sucio que cualquiera puede usar, que amar no es un favor ni una deuda y mucho menos una atadura. Cuando aprendas a amarte primero a ti mismo sabrás distinguir lo que es un amor sano y no emociones mal-dirigidas. Porque los demás nos aman en la medida en que nosotros mismos también nos amemos; Si te amas bien, si te amas con ganas, de forma incondicional, nadie vendrá a completarte, porque sabrás que ya eres un todo. Nadie tiene que salvarte, esa responsabilidad sólo es tuya. Tu misión es ser capaz en algún momento, de compartir el camino si quieres, y en ese proceso adquirir el aprendizaje necesario para sanar y crecer.
Si primero te amas profunda y respetuosamente a ti mismo, tendrás relaciones más sanas, verdaderas y satisfactorias, de mutuo aprendizaje. Ambos serán excelentes compañeros de viaje, un equipo que se desenvuelve en armonía, capaz de trabajar por sus metas individuales con el mismo entusiasmo como trabajarán por las del otro y los proyectos en común. Pero para llegar a ese punto, disculpa que lo repita: Primero aprende a amarte a ti mismo; explórate, descúbrete, analizate, trabaja sobre ti. Cuando estés preparado o incluso durante el proceso, serás capaz de recibir a esa persona que también está en la ruta de amarse y conocerse. Podrán sanar y cicatrizar juntos. Será un encuentro sin igual. ¡Así que ámate y ámate mucho!, sin restricciones, porque el amor es una exquisitez sin comparación. No te confundas con otros elementos que intentan imitarlo, y limpia las impurezas que luchan por ensuciar su esencia, rompe los conceptos que te hacen creer falsamente que algo es amor, cuando en verdad no lo es.