"(...)Cuando le pregunto a la mujer que nos atiende desde cuándo existe ese café, me dice: " Depuis toujours " ("Desde siempre").
Talvez sólo en Europa sea posible decir todavía "siempre". Nosotros, que nacimos en un continente descubierto por azar, sabemos que el toujours es una quimera. Talvez por eso demolemos todo lo que huela a pasado.
En Chile no hay golondrinas, pero las amo. Como los cipreses y la luz de aquí. Y las piedras de los castillos, las mismas que algún día ardieron consumidas por el fuego y la sangre, en los siglos de las cruzadas que desde aquí a más al norte recorrieron pueblo a pueblo llevando a las hogueras a los cátaros, los herejes de entonces. Amo toda herejía que limpie el cielo cuando éste se cierra.
Amo este cielo, pero no soy de aquí. ¿Estará ya brillando la estrella de la mañana en mi lejano país? Cómo me gustaría juntar ese lucero del sur con esta golondrina del norte que revolotea sobre mi cabeza. Que pudieran hablarse y decirse cosas. Como amigas de la misma nostalgia y de la misma promesa: la promesa de que algún día por fin seremos. Cuando las dos mitades, los dos hemisferios, los del ayer y del mañana, por fin se junten. Y que cuando anochezca, también amanezca."
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