Hoy abro la polémica del uso que se le está dando a “Feminazi”, término que se originó, en un principio, como burla para ridiculizar y contradecir no sólo a las feministas extremas, sino también a cualquier mujer que demostrase sus intenciones por desarrollar sus opiniones, sexualidad, estilos de vida, posturas o corrientes filosóficas libremente, sin miedo al qué dirán, apelando siempre a la libertad de ser quién se quiere ser.
Hoy en día, e ignoro si se trata de un simple juego sarcástico o una postura con intenciones serias, hay feministas que están intentando re-acunar el término, utilizándolo, deduciblemente, para invertir la moneda, diciendo que no les importan las burlas y que seguirán luchando en pos de sus causas. Bien por eso, es de reconocer el hecho de transformar una situación que te desnosta en un intento por verle el lado positivo. Sin embargo, y he aquí el meollo del asunto, no concibo la dea de reutilizar un término que no sólo partió siendo para humillar, sino que comparte un concepto lleno de odio, tiranía y violencia dentro de sí como lo es el Nazismo. ¿Por qué utilizar, en una lucha por la defensa de los derechos femeninos que intenta aplacar los sistemas machistas que cuartan la libertad y capacidades de las mujeres, un concepto discriminador y clasista, que provocó matanzas atroces, que no sólo manchó la historia de Alemania, sino que afectó prácticamente a todo el mundo, con actos inhumanos? Una corriente ideológica tan cruel, que se dedicó al exterminio de judíos primeramente, hoy, con los actuales “Neo-Nazis” se siguen martirizando a las minorías. No es justo que por ser de cierto color, religión o creencia, nacionalidad, género o preferencias sexuales, no puedas salir a la calle sin miedo a que te aborden en la esquina para maltratarte por ser como eres.
La siguiente imagen, que me encontré por una red social, abre fuertes cuestionamientos, en donde se ven a dos mujeres, aproximadamente de los años 50, comiendo un embutido, con obvia alusión, contradice su frase y su mensaje de empedoramiento femenino, pues sigue percibiéndose el hecho de estar al servicio del goce masculino y machista, y no sólo eso, les entrega un mensaje sexual denigrante a la vez que confuso a las personas. Las autoras, me han dicho que encaja perfectamente, puesto que se han reapoderado del término (como expliqué más arriba) irónicamente. Pienso que la ironía, como les dije a ellas, bien utilizada, es un arma excelente para entregar con ingenio un mensaje, pero ironizar con un concepto tan delicado que hirió generaciones enteras, grupos étnicos y minorías, es inconsciente. Entrega un erróneo mensaje a las mujeres, apelando a la degradación del otro género para defender sus propios derechos. Una mujer, verdaderamente empoderada de sí misma, es lo suficientemente valiente como para no menospreciar al hombre ni pisotear a otras mujeres, cuales quiera que sean sus convicciones o intereses.
Cabe destacar que este grupo y otros que he visto por las redes sociales, confunden la libertad sexual con el libertinaje y el liderazgo con autoridad mal-dirigida, además de hacer constantes ataques al sexo opuesto, casi olvidando que nacieron con la ayuda de un padre también.
Además, pienso que una verdadera mujer, no necesita tomar posturas ideológicas extremas para darse a respetar, no necesita agredir a nadie, no necesita luchar por superar al hombre, sino trabajar de igual a igual, hombro con otro, como un equipo.
Para finalizar, aclaro que no estoy en contra de las feministas que luchan por los derechos del género, aplaudo la pasión de cada quién por sus causas, pero me cansan los extremos, son demasiados estrechos y limitantes.