sábado, 30 de marzo de 2019

¿Qué hace a una persona bella?



Algunos sabrán que comencé a practicar el journaling para reconciliarme con el mundo de los diarios de vida, especialmente para usarle como una herramienta de autoconocimiento, en vez de un mero medio de desahogo.
El ejercicio de hace unas semanas fue responder una pregunta simple en apariencia: “¿Qué hace a una persona bella?”. No se preocupen, no fui tan vaga como para responder que “un buen físico y una sensual sonrisa”, y mucho menos limitar el asunto a “una agradable personalidad”, porque eso son puntos o cualidades específicas que algunos buscan y no una definición en sí.

Sí, ya imagino lo que muchos querrán decir a esto: “La belleza es relativa”, “una cuestión de perspectivas y gustos”. “depende del ojo que mire”, “es un constructo cultural”, etc. Sí, todo eso ya lo sabemos, así como la mayoría coincidimos en que hay parámetros que intentan medir un tipo de belleza y desacreditar injustamente otros, y que muchos estamos algo hartos de eso. También sabemos que los atributos físicos son los que enmarcan este tema, dejando en segundo plano los demás. 
Pero si pudiésemos integrar todos los aspectos de una persona ¿cómo concluir si es bella o qué tanto lo es? Créanme que lo reflexioné bastante y diría que la palabra que más se ajusta para resolver esta inquietud es “Armonía”. Pienso que esta idea abarca perfectamente a todas las aristas de la belleza en cualquier parte del mundo. 

La armonía se caracteriza por el balance, equilibrio y orden de los elementos. Por ejemplo, un cuerpo es biológicamente más atractivo si hay una adecuada proporción anatómica y simetría en el rostro; aunque ideológicamente diremos que hay “imperfecciones” que yo considero simples “particularidades”, las que otorgan un toque único y de interés a cada individuo. 
Unido a esto va la coherencia a grandes rasgos; es decir, concordancia entre lo que se dice y se hace, o entre lo que se piensa y se siente. Básicamente tener un estilo de vida que vaya con la forma de ser sin contradicciones, porque traicionar nuestra propia esencia es de las cosas más feas y poco armoniosas que existen. Y es este punto el que destaqué en mi journal: “La capacidad de proyectar la esencia, es decir, la naturalidad con la que una persona se permita ser ella misma, porque eso habla de un corazón honesto y un alma valiente, atributos magnéticos e inspiradores. La esencia, para mí, es el verdadero estandarte de belleza y poder manifestarla libremente debería ser nuestra real aspiración.
Alguien que es sinceramente quien es, se vuelve una persona libre, alegre y agradecida. ¿Y qué hay más atractivo que la alegría genuina de alguien? Inspira y conmueve. Y algo bello siempre provoca una sensación profundamente agradable”


Una persona desequilibrada, tóxica y desenfocada se relaciona con el aspecto caótico de la belleza, y aunque ya sabemos que en gustos nada está escrito, por ende, puede ser algo interesantemente atractivo para algunos, rompen el patrón armónico de su propia belleza (conforme a la forma en que estamos hablando aquí). Porque según la idea de armonía, la salud física, psicológica, emocional y espiritual deberían ir amorosamente unidas. La salud es un equivalente de balance externo e interno, por ende, una expresión de belleza.

Ojo, no por atravesar épocas duras, uno que otro vacío existencial o problemáticas variadas es que seamos más o menos guapos. Sólo estamos construyendo el camino y pasando los procesos necesarios hasta llegar a una vida más armoniosa y sana, por ende, más bella.