miércoles, 26 de septiembre de 2018

Caminos malinterpretados



Me atrevería a decir que la mayoría deseamos un mundo luminoso, lleno de bondad y prosperidad, en donde los buenos sentimientos sean los que dirijan las relaciones y la vida. Pero lo cierto es que nuestra realidad es dual. Todo está formado por una línea con su par de opuestos, y aunque difieran en grado son el extremo de lo mismo (como dicta la ley universal de Polaridad). Lo sé, suena paradójico, y uno de los ejemplos más claros que podemos tocar es  el tema sobre la luz y la sombra en el ser humano.

En el camino de la espiritualidad o el de “ser buenas personas que siempre dan lo mejor de sí”, se confunde o mal-entiende el sentido de la luz. Bendecir a todo el mundo, sonreír para elevar tu vibración, extender la mano a cada persona que necesite ayuda está bien, pero no es cierto que en cada momento del día queremos brillar como un sol virtuoso; a veces queremos  y necesitamos estar solos, silenciosos y enojados, sobre todo cuando la sonrisa cuesta. Pero la falsa espiritualidad te mueve a propagar una luz que en el fondo a veces no deseas compartir, pero te sientes comprometido a brindarla de todos modos, ya que es un acuerdo interno que te propusiste a cumplir, para así alcanzar las expectativas de lo que erróneamente crees que es ser espiritual. “Dar y dar desinteresadamente, aunque no tenga fuerzas ni ganas”. El dar hasta que duela es una creencia dañina, pues en el acto de compartir siempre deberías sentirte aliviado y hasta más lleno, además el ciclo debe completarse con un buen y justo recibir.

No dejar emerger tu sombra ni aceptar que hay pensamientos y sensaciones negativas dentro de ti, es negarte a ti mismo y obstaculizar el verdadero crecimiento interior. No eres una mala persona por tener pensamientos imprudentes o críticos sobre algo o alguien, ni por desear algo material con muchas ganas. No retrocederás si lo asumes, porque el camino de la espiritualidad no se trata de avance, sino de reencuentro y aceptación. Obviamente no es sano dejarte dominar por la oscuridad, pero tampoco por el exceso de luz. Cualquier camino que elijas te hará perder la perspectiva y te llevará a un punto ciego si rechazas por completo la existencia del otro. Debes estar en el centro de la cruz para transitar la línea vertical y luminosa, y aterrizar en la línea horizontal y terrestre. Pero por sobre todo asimilar que ambos aspectos residen en ti, te forman y te hacen ser quien eres. Debemos ser conscientes de la necesidad que tenemos tanto de la luz como de la sombra en nosotros, no desde una postura conformista, sino desde la mirada de un aprendiz. 

El verdadero aprendizaje para todos nosotros es ese, volver al centro, al punto cero de todo ser, para ser libres es nuestra completud, y eso no se logra rechazando a la sombra por un torpe camino de luz. 

Demasiada oscuridad no permite ver más allá de tus propias manos, pero demasiada luz te encandila. Para que tu visión no se nuble ni limite por estos aspectos, es necesario vivir todas nuestras emociones y trabajar en cada uno de nuestros estados mentales. No creas que sólo potenciando lo positivo en ti eliminarás lo negativo, eso es postergación, lo que en verdad debes hacer es enfrentar tu oscuridad, entenderla y abrazarla, porque algo tiene para decirte. Cuando la oigas sinceramente podrás integrarla sanamente en ti y trascenderla, hacerla brillar bajo las alas de tu amorosa y comprensiva luz.

sábado, 15 de septiembre de 2018

El vagabundo




Me parece que este encuentro tiene lugar a principios de año, en una ciudad cercana. Fue tan breve la interacción que no alcancé a meditar sobre su significando en ese momento.
Me encontraba esperando a alguien en la estación; pasaban los minutos y ningún rostro conocido se aparecía para la alegría de mis ojos, es más, el tedio amenazaba con embargar mi ánimo, motivado además, por el calor de aquel día. 
Una pareja de adolescentes se enternecieron con los gestos espontáneos de un perro que frecuenta el lugar, el cual, alegre y entusiasmado pedía mimos apoyando sus patas delanteras en las piernas del muchacho. Vi a mucha gente con estilo y a otras muy mal vestidas, personas distraídas en el celular sin medir el peligro, muchas caras amargadas y otras muchas templadas. Un niño pequeño comiendo helado, vestido con pantalones y suspensores, además de un corbatín rojo ajustado en su cuello; era obvio que la persona que le acompañaba era la abuela. Imágenes que me ayudaron a pasar el rato y salvarme del aburrimiento.
Y fue entonces, en plena reflexión, cuando un hombre irrumpió en ella. Me pidió dinero. Sé que quería comprar en un carrito ambulante, pero no le alcanzaba, pues vi a la dueña rechazarlo. En honor a la absoluta y rotunda verdad, no tenía. Recuerdo que ese día apenas y sí fui con lo justo para el viaje de ida y regreso. Se lo negué con una sonrisa triste, porque fue amable, y uno a veces, instintivamente, quiere regresar la amabilidad, tan escasa en estos tiempos donde la mayoría vive ofuscada y ofendida.
Se quedó en silencio, mirándome directo a los ojos, mientras yo detallaba su figura frágil y desaliñada. Fue entonces cuando me volvió a hablar: "Eres muy bonita". Dijo sin vergüenza, sin tapujos, sin maldad. Sonreí con un poco de inseguridad y le di las gracias, al mismo tiempo que pensaba en su piel curtida por el sol y la falta de alimento. Después de unos segundos insistió: "Eres muy bonita". Y me regaló una amplia sonrisa con ojos brillantes. Me sentí un poco incómoda, porque estamos acostumbrados a esos piropos mal-dichos, a veces lascivos, que se dicen a tus espaldas, al pasar. Él no. Lo dijo sin pretensiones, sin esperar algo a cambio, sin querer ofender. Sólo se expresaba, abierto, honesto en su mirada. 
Agradecí con una sonrisa silenciosa y asintiendo con la cabeza, descolocada por lo inesperado. Se quedó de pie frente a mí, mirándome aún, directo a los ojos, como si quisiera decir algo más. Y yo pensaba si se refería a mi rostro o a algo que descubrió en mi interior por medio de mis ojos. Admito que estaba incómoda, porque perdí hace bastante la costumbre de hablar con desconocidos. Entró mi prejuicio en la marcha, mi miedo a que tomara ventaja de mi cortesía. Pero no, tras un largo, larguísimo instante, se dio vuelta despacio y cruzó la calle. Lo miré irse, caminando con torpeza, en plena soledad, pero con tanta viveza en su interior… Sí, era un vagabundo, dañado por el alcohol y mala-fortuna, pero aún así, capaz de sonreír con franqueza y mirarte a los ojos sin una pizca de temor o juicio. Tan único y diferente a esos transeúntes guiados por la inercia de la corriente, desconectados del entorno y del prójimo… 
Un eco quedó cavilando en mí, sorprendido, confundido y conmovido.

sábado, 8 de septiembre de 2018

Egoísmo creativo



Sé que entre nosotros hay profesionales y aficionados de alguna o varias ramas artísticas, ya sea desde la escritura, la pintura o la fotografía. Sé que todos tenemos nuestros procesos de aprendizaje, etapas de bloqueo y de evolución. Sé también, que buscamos inspiración tanto en nuestro fuero interno, así como contagiarnos de motivación con la pasión que otros transmiten. Somos una comunidad de amantes expresivos y "creadores creativos", fervientes buscadores del autocrecimiento y perfeccionamiento. Es seguro que a veces busquemos tips para mejorar en una técnica o nos emocionemos por probar un material nuevo.
Toco este tema porque así como me he topado con personas que abiertamente enseñan lo que saben, cómo lo han aprendido y cómo podrías implementarlo también tú, a su vez me he topado con personas que muy egoístamente ocultan un saber que podría ayudar al resto. Estoy de acuerdo en que estás en tu derecho de guardar silencio y no revelar tus secretos preciados. De acuerdo, nadie pide tu técnica maestra, pero a veces pareciera que tuvieses miedo de ser superado por otro. La idea, creo yo, es que tú seas tu único rival, en el sentido que debes superarte cada vez más, cada día hacerlo mejor y no preocuparte por las habilidades o capacidades de otro a menos que sea para inspirarte; pues cada artista tiene sus experiencias personales y curvas de aprendizaje. No puedes ni debes querer impedir que ese otro aprenda y se supere a sí mismo. 

Recuerdo un episodio que me inspiró justamente este artículo, en el que interactué, hace un par de años, con una dibujante/ilustradora bastante conocida (cuyo nombre no viene al caso). Le manifesté mi agrado hacia su trabajo y la felicité por sus proyectos. Luego de intercambiar algunas ideas, le pregunté unas cosas relacionadas con el negocio, como el método de envío o de pago que ella utilizaba, me contestó de forma evasiva. Inmeditamente supe que no quería decírmelo. Está bien, pensé erróneamente, que podíamos compartir -entre amantes del arte- este tipo de información. Entonces surgió mi chispa “científica” y quise realizar un experimento de comportamiento humano. La conversación continuó por otra línea, pero al despedirme le dije que quizás me interesaría adquirir uno de sus productos. Eso fue todo, me dio todos los datos que antes no me quiso dar. Es así como comprobé que el ego es muy fuerte y quiere todo para sí mismo.

En otras oportunidades, ya sea que me haya pasado directamente u otra persona me lo haya contado, me he enterado de artistas que esconden hasta el tipo de papel o marca de lápiz que usan, como si el “talento” te lo diera un soporte. Dudo mucho que alguien logre replicar tu talento exacto, sólo por usar el mismo bolígrafo… El mundo de las ideas es tan único como únicos somos cada individuo. Pero no importa, amigos míos, como dicen por ahí: “La práctica hace al maestro”, y el conocimiento o material que requieras llegará a su tiempo. Sólo sigue enfocado en tu trabajo y no te compares, porque tienes tu proceso individual de mejoramiento. Da lo que tienes para dar.

Estoy agradecida de ver a blogueros que, por ejemplo, recomiendan a otros blogs o participan en dinámicas conjuntas. Ese compañerismo es hermoso y motivador. Agradezco a todo aquel que le haya dicho a otro que me leyera, porque ha sido extraño y a la vez bonito cuando alguien me ha dicho: “Llegué aquí por recomendación y me quedo.” Eso hace que la familia bloguera crezca y que podamos nutrirnos más como creadores, artistas y por sobre todo como personas.