Me atrevería a decir que la mayoría deseamos un mundo luminoso, lleno de bondad y prosperidad, en donde los buenos sentimientos sean los que dirijan las relaciones y la vida. Pero lo cierto es que nuestra realidad es dual. Todo está formado por una línea con su par de opuestos, y aunque difieran en grado son el extremo de lo mismo (como dicta la ley universal de Polaridad). Lo sé, suena paradójico, y uno de los ejemplos más claros que podemos tocar es el tema sobre la luz y la sombra en el ser humano.
En el camino de la espiritualidad o el de “ser buenas personas que siempre dan lo mejor de sí”, se confunde o mal-entiende el sentido de la luz. Bendecir a todo el mundo, sonreír para elevar tu vibración, extender la mano a cada persona que necesite ayuda está bien, pero no es cierto que en cada momento del día queremos brillar como un sol virtuoso; a veces queremos y necesitamos estar solos, silenciosos y enojados, sobre todo cuando la sonrisa cuesta. Pero la falsa espiritualidad te mueve a propagar una luz que en el fondo a veces no deseas compartir, pero te sientes comprometido a brindarla de todos modos, ya que es un acuerdo interno que te propusiste a cumplir, para así alcanzar las expectativas de lo que erróneamente crees que es ser espiritual. “Dar y dar desinteresadamente, aunque no tenga fuerzas ni ganas”. El dar hasta que duela es una creencia dañina, pues en el acto de compartir siempre deberías sentirte aliviado y hasta más lleno, además el ciclo debe completarse con un buen y justo recibir.
No dejar emerger tu sombra ni aceptar que hay pensamientos y sensaciones negativas dentro de ti, es negarte a ti mismo y obstaculizar el verdadero crecimiento interior. No eres una mala persona por tener pensamientos imprudentes o críticos sobre algo o alguien, ni por desear algo material con muchas ganas. No retrocederás si lo asumes, porque el camino de la espiritualidad no se trata de avance, sino de reencuentro y aceptación. Obviamente no es sano dejarte dominar por la oscuridad, pero tampoco por el exceso de luz. Cualquier camino que elijas te hará perder la perspectiva y te llevará a un punto ciego si rechazas por completo la existencia del otro. Debes estar en el centro de la cruz para transitar la línea vertical y luminosa, y aterrizar en la línea horizontal y terrestre. Pero por sobre todo asimilar que ambos aspectos residen en ti, te forman y te hacen ser quien eres. Debemos ser conscientes de la necesidad que tenemos tanto de la luz como de la sombra en nosotros, no desde una postura conformista, sino desde la mirada de un aprendiz.
El verdadero aprendizaje para todos nosotros es ese, volver al centro, al punto cero de todo ser, para ser libres es nuestra completud, y eso no se logra rechazando a la sombra por un torpe camino de luz.
Demasiada oscuridad no permite ver más allá de tus propias manos, pero demasiada luz te encandila. Para que tu visión no se nuble ni limite por estos aspectos, es necesario vivir todas nuestras emociones y trabajar en cada uno de nuestros estados mentales. No creas que sólo potenciando lo positivo en ti eliminarás lo negativo, eso es postergación, lo que en verdad debes hacer es enfrentar tu oscuridad, entenderla y abrazarla, porque algo tiene para decirte. Cuando la oigas sinceramente podrás integrarla sanamente en ti y trascenderla, hacerla brillar bajo las alas de tu amorosa y comprensiva luz.