Hace poco volví a ver una serie de mi niñez, “Hey Arnold”. En el capítulo “Cosas simples”, el señor Hyunh, un inquilino en la casa de huéspedes, es descubierto cantando country por el protagonista de la serie, Arnold, junto con su mejor amigo, Gerald. Ambos quedan asombrados por la voz del señor Hyunh y lo persuaden para que profesionalice su carrera musical, logrando lanzarlo al estrellato de inmediato como sus managers. En realidad, el señor Hyunh se ve comprometido por el entusiasmo de los chicos, así como por el gran voto de fe que ponen los demás huéspedes, vecinos y fans en él. En realidad, el señor Hyunh nunca quiso llevar una vida de fama, puesto que se define a sí mismo como “un hombre sencillo”, que disfruta de cantar por placer y para sus seres queridos. Y aunque su verdadero sueño es ser un gran chef, eso no significa que su talento sea desperdiciado ni que no le ponga dedicación.
La obvia moraleja de la historia es enfocarte en aquello que realmente deseas hacer y no permitir que otros decidan sobre tu vida. Sin embargo, yo veo algo más aquí. El señor Hyunh era un buen cantante antes de la fama, era un cantante nato aún en la soledad de su habitación, no necesitaba que otros le confirmaran el gran talento que posee.
¿Podríamos usar la misma analogía para cualquier oficio, así como el de escritor?. Sí, sé que estamos inmersos en una sociedad que exige de inmediato un doctorado hasta por la más ínfima línea que desees exponer sobre cualquier tema. Si no tienes un libro publicado, si no trabajas para una revista o nunca ganaste un concurso literario, significa que no eres, en realidad, un escritor. ¡Falso!. Si creas, construyes, transmites, exploras, expresas, entiendes y respiras a través de las letras, eres un escritor. La calidad es otro punto, uno importante, claro, pero no absoluto.
He visto, además, que se descalifican trabajos en una suerte de competencia de bandos, un elogio al ego que no viene al caso. No subestimemos los trabajos que se compartan, independiente de la plataforma, ya que no se necesita ser parte de una editorial o tener el título de escritor aclamado para que una obra valga oro. Si escribes con ahínco, de forma dedicada y cultivas el arte de las letras, eres un escritor y punto. Aquí hay gente talentosísima, comprometida y apasionada que no necesita ser galardoneada para que se acredite su capacidad. No importa el medio en que se escriba, sino el acto de escribir.