lunes, 24 de agosto de 2020

La danza de la tinta II: Simplemente

Hace poco volví a ver una serie de mi niñez, “Hey Arnold”. En el capítulo “Cosas simples”, el señor Hyunh, un inquilino en la casa de huéspedes, es descubierto cantando country por el protagonista de la serie, Arnold, junto con su mejor amigo, Gerald. Ambos quedan asombrados por la voz del señor Hyunh y lo persuaden para que profesionalice su carrera musical, logrando lanzarlo al estrellato de inmediato como sus managers. En realidad, el señor Hyunh se ve comprometido por el entusiasmo de los chicos, así como por el gran voto de fe que ponen los demás huéspedes, vecinos y fans en él. En realidad, el señor Hyunh nunca quiso llevar una vida de fama, puesto que se define a sí mismo como “un hombre sencillo”, que disfruta de cantar por placer y para sus seres queridos. Y aunque su verdadero sueño es ser un gran chef, eso no significa que su talento sea desperdiciado ni que no le ponga dedicación.

La obvia moraleja de la historia es enfocarte en aquello que realmente deseas hacer y no permitir que otros decidan sobre tu vida. Sin embargo, yo veo algo más aquí. El señor Hyunh era un buen cantante antes de la fama, era un cantante nato aún en la soledad de su habitación, no necesitaba que otros le confirmaran el gran talento que posee.

¿Podríamos usar la misma analogía para cualquier oficio, así como el de escritor?. Sí, sé que estamos inmersos en una sociedad que exige de inmediato un doctorado hasta por la más ínfima línea que desees exponer sobre cualquier tema. Si no tienes un libro publicado, si no trabajas para una revista o nunca ganaste un concurso literario, significa que no eres, en realidad, un escritor. ¡Falso!. Si creas, construyes, transmites, exploras, expresas, entiendes y respiras a través de las letras, eres un escritor. La calidad es otro punto, uno importante, claro, pero no absoluto.

A veces pareciera que hay un dejo de menosprecio al etiquetar en escritores aficionados o consagrados, como si ello determinara una gran línea divisoria, cuando prácticamente la mayor diferencia desemboca en términos económicos y no de habilidades necesariamente. Todo escritor puede comprometerse con su obra y cultivar el arte de la escritura, el renombre es otra cosa, algo que puedes o no querer conseguir. El talento no depende de ello.  Ahora bien, todo buen escritor debería dedicar algo de estudio para irse perfeccionando, así sea de forma autodidacta. 
Si bien, tengo mis preferencias, gustos e intereses, los leo a todos con respeto. He leído a personas muy talentosas y preparadas, y a otras que se autoproclaman como grandes poetas (consagrados o no) que  dejan mucho que desear.  Hay de todo, obviamente.

He visto, además, que se descalifican trabajos en una suerte de competencia de bandos, un elogio al ego que no viene al caso. No subestimemos los trabajos que se compartan, independiente de la plataforma, ya que no se necesita ser parte de una editorial o tener el título de escritor aclamado para que una obra valga oro. Si escribes con ahínco, de forma dedicada y cultivas el arte de las letras, eres un escritor y punto. Aquí hay gente talentosísima, comprometida y apasionada que no necesita ser galardoneada para que se acredite su capacidad. No importa el medio en que se escriba, sino el acto de escribir.

Tengo algo publicado oficialmente en una antología, tuve menciones y he ganado en participaciones literarias; si bien, agrada saber que tu trabajo impresiona en alguna medida (y no descarto hacer algo más formal a futuro), eso no nos hace más o menos entre nosotros. 
Al igual que el señor Hyunh, no tengo ningún afán por llevar un título encima, sólo sé que simplemente quiero escribir.

miércoles, 12 de agosto de 2020

La danza de la tinta I: La búsqueda


Imagen de ThiloBecker


He dilatado por años este post por no poder descifrar exactamente cómo decirlo, hasta que en las últimas semanas, más que nunca, he escrito sobre escribir. Así, de forma minúscula, vaga, pero sensiblemente íntima. No sólo eso, he tenido que escuchar a otros hablando de literatura, de sus procesos creativos o de la indignación por el poco reconocimiento. Me he escuchado a mí misma dentro de unas pocas conversaciones, debatiendo sobre puntos controversiales, cambios de línea y motivaciones de fondo. Ya es hora, ¿no?. Hoy creo al fin haber reunido el entendimiento y las palabras justas para expresarlo. Una maduración lenta, pero profunda.

Entonces ¿cómo explicar esto que tiene tantos apartados?. Debo ir al punto concéntrico que los une. Más allá de los tecnicismos obvios, ¿por y para qué escribir?. Parto por el hecho de que escribo creyendo que tiene algún sentido hacerlo, que estoy tocando algo, -quizás la punta de lo inefable-, y que ese algo, en algún plano de la consciencia, también me toca a mí. En el fondo, intento ver y sentir el mundo de lo intangible. Darle una silueta clara a la idea, en forma de caracteres que yo pueda asimilar.

“Si no me leo no me entiendo” me explico a mí misma, y por eso también escribo. Es una necesidad de literalmente plasmar mi voz, y para ello utilizo mucho el formato de diario personal o journaling, (como se conoce también a la escritura terapéutica), cuyas obras difícilmente verán la luz. Aquí, más que la forma importa el fondo, y a veces, aún más que ello, el proceso en sí.

Sin embargo, para pulsar esa fibra que traduce a la esfera del subconsciente requiero más; debo aplicar otros formatos que me permitan interpretar los simbolismos psicológicos y álmicos que hay tanto en mí como a mi alrededor; aquí es cuando utilizo la prosa poética, que me permite con un lenguaje más sagrado, dar con esas sutilezas que percibo. Este formato es muy libre, puede carecer de formalismos o estructuras obvias, puedo ir de frente a lo que impera, estudiarlo por capas e incluso, trascender -o dejarme guiar por- la emoción o el pensamiento, hasta llegar a su raíz de un modo intuitivo. Aquí la escritura nace por sí misma, parecido a un trance activado por un impulso que va más allá de tu control o comprensión.

Por último, en esta plataforma bloguera, concluyo, planteo y presento a modo de cierre, alguna temática en la que he estado trabajando de manera orgánica y profunda, y que deseo comunicar, además de tener una interacción entre nuestros mundos, que es otra forma de exploración.

Pero más allá de la técnica, el género o el medio, sigo escribiendo porque intento descubrir y decir eso que aún no sé que sé, pero que ahí está.

martes, 4 de agosto de 2020

Carta al bloguero naciente



Querido bloguero nuevo:


¡Si supieras desde hace cuanto no escribo una carta!, estoy segura que lo considerarías una deslealtad ante el romance poético que tiene esta técnica tan apreciada. Pero hoy, me veo con el deseo de manifestarte mi emoción, con el sólo hecho de pensar que podríamos compartir juntos en este mundo de letras.

No sabes lo gratificante que se siente tener por estos lares a un amigo, apasionado igual que tú, por la escritura; que no escribe sólo porque quiere, sino porque lo respira. Es por ello y porque confío en tu habilidad, que te doy, quizás anticipadamente, la bienvenida a “la blogósfera”.

Debes saber, estimado mío, que ésta puede ser una plataforma que impulse tu creatividad y desarrollo personal, pero también, puede ser un pueblo hostil, que te ignore o que te agreda si piensas diferente. Todo depende de tu fortaleza y de cómo te manejes dentro de este medio; de la forma y la calidad de lo que expongas. He visto morir varios sitios por no tener un enfoque claro, por falta de constancia o por encuentros de opinión.

Algunos podrían decir que te extiendes mucho, que se aburren, que no tienes nada nuevo que dar; aprende a discernir una ofensa personal de una crítica constructiva. Eso te llevará lejos. Debes ser siempre muy dedicado con tu contenido, sobre todo para sentirte satisfecho con tu trabajo, sabiendo que diste lo mejor. Sin embargo, camarada, es posible que pese a tu esfuerzo, talento y material, no recibas las visitas ni comentarios que quisieras, incluso, puede ser que recibas muchos comentarios, pero te darás cuenta, con el tiempo, quién te está leyendo en serio y quién sólo se queda con el título. Diría que ésto es más decepcionante que no recibir visitas.

Es seguro que a veces sólo serás un adorno en la lista de otros blogueros para asegurar visitas, ¡pero que eso no te desanime!, porque igualmente te encontrarás con mentes brillantes, con almas gentiles y corazones abiertos, dispuestos a ayudarte a mejorar. La retroalimentación que puedes encontrar es inspiradora; te regocijarás, también, con el trabajo de otros, entrando en su fuero interno. 

Hago énfasis en las relaciones blogueras, porque a menos que tengas un gran conocimiento sobre determinado tema y en marketing además, los blogs sencillos funcionamos así; nos encantamos con el estilo de alguien o al menos con su persona, y así procuramos estar atentos a sus actualizaciones. Por lo menos, esa es la dinámica que yo manejo.

Aún así, amigo, nunca leas a otro por compromiso ni te obligues a comentar si lo que viste no te interesó realmente, porque en el fondo, sólo terminarás encadenándote a un vicio vacío. Dale el beneficio de la duda y mira su siguiente trabajo, quizás te sorprenda.

Sé siempre honesto en lo que quieras decirle a alguien sobre lo que expone, porque eso determinará cierta lealtad y compañerismo, haciendo que confíen en tu buen juicio. He tenido la fortuna de poder señalar áreas de oportunidad, y pese a que tuve el temor de herir susceptibilidades, me interpretaron correctamente, entendiendo mis intenciones. Así que debes aprender a conocer a tus lectores y camaradas de letras, para saber cómo decir las cosas.

Te encontrarás con los “bloggerstars” (como les he bautizado), personas que no te tratarán como a un compañero de letras, sino como a un “fan”; aprende a identificarlos, porque lo que más vale aquí es el interés honesto y mutuo por nuestros trabajos.

Dicho esto, doy por finalizada esta carta. Te he dicho lo principal a grandes rasgos.

Disfruta del proceso de ir mostrando y potenciando tu voz. No pierdas el impulso. 


 Con cariño, Kadannek.-