jueves, 14 de agosto de 2014

Derrotas sagradas.


“La derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce” ¿Pueden llegar a dimensionar el tamaño de semejante conocimiento humano encerrado en esta breve frase, cual crucial clave para superar las pruebas que ésta nos suscita?, dicha por Jorge Luis Borges, uno de mis escritores favoritos
Deberíamos acostumbrarnos a una vida de derrotas sagradas, pues éstas se presentan como entidades, aunque turbulentas, misericordiosas, con el objeto de despabilarnos, de despertar nuestros sentidos humanos adormecidos y embobados. Los triunfos son estimulantes, útiles para recobrar los impulsos apagados, pero hay un cambio de conciencia divino en el fracaso, que nos levanta de nuestra propia tumba cavada por la rutina, la inercia y el egocentrismo. 
En ella mora una contradicción tan sublime como dolorosa; Pues en lo profundamente miserable que te crees, en el desprecio que te genera el perder, y que profesas silencioso hacia ti mismo, has sido sacudido hasta lo más hondo para reacomodar magistralmente las más sensibles fibras de tu alma perturbada, sólo con el fin de fortalecerte. 
En ese rincón en el que te ves pobre y, solo en tu propia noche oscura, ya sea porque fue un patrón geométrico y sagrado que escogiste antes de nacer, en el que requieres de abandonarlo todo y que todo te abandone, o si pediste voluntariamente esos golpes en un pacto astral, para recordar lo que en verdad eres, sea por la fatalidad inexorable del destino, una misteriosa conspiración del universo o un aviso de los maestros espirituales para que no te desvíes del camino y te vuelvas a encauzar, prevalecerás si atiendes el llamado de esta oportunidad para transgredir tus limitaciones, quebrando esquemas y jugando con los obstáculos a tu favor.
¡Cómo duelen las derrotas, pero cómo glorifican!