jueves, 28 de enero de 2016

Relaciones estiradas (Parte II: Desapego)




II

¿Qué tan estables y profundas son tus relaciones? Las mías suelen ser largas y sólidas, mantengo amistad con pocas personas pero desde hace muchos años, y a las nuevas, las voy conociendo poco a poco y con dedicación. Como dice Esther, no me gustan los lazos superfluos, no estamos para gastar tiempo con gente que te olvidará de la noche a la mañana, que te quiere para pasar el rato o para que sólo seas un adorno en su cuenta de twitter. Queremos lazos firmes y honestos, con quienes podamos contar y compartir sin miedo a ser juzgado ni abandonado. La lealtad y la buena comunicación son las bases fundamentales para construir cualquier tipo de relación sana.

Pero me surge una pregunta a raíz de unas conversaciones: ¿Qué tan sencillo es romper lazos hoy en día? 

Una amiga muy querida, de esas con las que te proyectas tomando un té de mayores en la azotea, bromeando al rememorar eventos del ayer, o sonriendo con nostalgia al recordar a un buen amigo en común, que se fue siendo demasiado joven. De esas, a las que tienes entre tus prioridades, al principio de tu lista para no olvidar su cumpleaños con lo despistada que eres, de esas para las que quisiste estar plenamente disponible por si se le presentaba algo y necesitaba de ti, sin importar la hora ni el lugar, de esas con las que mantuviste una relación por más de 10 años; esa clase tan especial y única de amistad, me sacó finalmente de su vida. Me gustaría decir que fue conversando cara a cara, explicándome sus razones, pero no; tocó un botón y me eliminó de Facebook. ¡No sé si es para reír o llorar! Es como si las relaciones fuesen desechables, y cito otra vez a Esther: “Como si tuviésemos fecha de caducidad”.

Si mantienes amistades a través de internet, sabrás que las redes sociales pueden acercar mucho a personas que no puedes ver seguido o que simplemente no puedes visitar, pero también tienen ese riesgo, esa facilidad con la que te borran y te olvidan como un contacto más. Como si fuese un burdo castigo, como si con esa acción se te fuese a acabar el mundo; un acto tan infantil como ridículo. Y da igual de personas con las que poco interactúas, o de quienes realmente debes alejar de ti, pero sorprende de aquellos con los que hubo un lazo fuerte, con los que lloraste y reíste a más no poder. Y con esto también hago referencia a personas que conoces físicamente, como ex-compañeros, amigos de la infancia u otros. Si no estás en su "lista de amigos", es porque no existes para ellos. 

No es la primera vez, hubo otras amistades que por una broma o acotación malentendida me sacaron de su vida sin pestañar, pasando por alto el tiempo dedicado y el cariño. Y a veces es mejor así, cortar de raíz las cosas sin entrar en jugos de indirectas y silencios amenazantes que aburren. Porque recuerda: El bloquearte y desbloquearte es la nueva “Ley del hielo”.
No soy responsable de su escasa altura de mira o comprensión. Sólo me admito culpable de confiar demasiado en su buen juicio. ¿Pero a quién no le ha pasado?

Lo triste de esta historia reciente, es que comenzó con un encuentro de opinión, en realidad, con un prejuicio de su parte cuando sólo buscaba su empatía. Cuestionó una decisión que lo único que traería a mi vida sería dicha. Lo hablamos en buenos términos, cada una expuso sus argumentos, debatimos con respeto, pero no llegamos a un punto de acuerdo. Ese fue nuestro primer alejamiento; a los meses le pedí reunirnos, pero rechazó mis invitaciones. Traté de entenderlo, pero paulatinamente dejamos de comunicarnos, hasta que hace unas semanas me borró definitivamente. No sé si es una indirecta o la forma más “indolora” para decirme adiós. Es probable que ella asumiera antes que yo la muerte de esta relación,  la cual duró demasiado, la cual pudo terminar hace algunos años atrás. Pero sé que es cuestión de procesos y ciclos que deben concluir a su debido tiempo.

Tal vez por eso escribo esto, para aceptar su decisión, para dejarle ir por la paz, después de esperarle secretamente. Después de querer un pequeño esfuerzo de su parte. Mis iniciativas fueron rechazadas, y no es digno seguir aguardando por alguien que al parecer, ya no espera por ti, por alguien, que no responde tus mensajes desde hace mucho, por alguien que no te quiere ver.
Si por esas casualidades de la vida ella leyese esto, ojalá no perciba rencor, sino resignación. La quise porque formó parte de mi vida. Aprendimos mucho, pero le dejo ir, como dejé ir el recuerdo de esas amistades en mi adolescencia que tanto daño causaron, así como el de otras a lo largo de mi vida. Hoy, cierro el ciclo de nuestra larga y bella amistad, con mucha gratitud por toda la riqueza y la enseñanza.


miércoles, 20 de enero de 2016

Relaciones estiradas (Parte I: Traiciones)



(Los relojes blandos o La perseverancia de la memoria, por Salvador Dalí)

I

¿Alguna vez tuviste un amigo, una pareja, un compañero, un contacto o conocido, el que duró más de la cuenta en tu vida? Yo sí, principalmente por apego o por no saber decir adiós. El cariño y el respeto muchas veces te cohíben para poder alejarte de esa persona, ya que no quieres herirla, inclusive si se trata de un familiar.
Hay ocasiones en que el miedo al cambio y la fuerza de la costumbre nos obligan a llevar relaciones por más tiempo del debido, aún cuando dentro de ti, sabes que esa relación está agonizando o simplemente necesitas aires nuevos para crecer, porque ya entregaste todo lo necesario recibiendo a tu vez, todo la enseñanza que te correspondía de ese alguien. No digo que todos los lazos deban ser rotos para expandir nuestros horizontes, hay uniones que son indestructibles, entrañables, eternas. Incluso hay algunos seres que salen y vuelven a tu vida, justo en los momentos más claves. Diría que es una cuestión de procesos individuales necesarios.

En el pasado, en mi adolescencia, el universo me obligó a terminar a la fuerza con unas amistades que nos estaban agotando a mi hermana y a mí. Había envidia hacia nosotros, la cual no queríamos asumir, la cual perdonábamos diariamente como monjas ciegas. Era lo que teníamos, era el círculo que habíamos formado con esfuerzo, cariño y dedicación, pero ya era tiempo de conocer otras personas, de tener otras experiencias, de alejarse de rencores silenciosos. El primer aviso fueron los prejuicios sociales, los cuales rebatí con fuerza, declarando que no me importaba cómo las viera el mundo, eran mis amigas y las defendería con capa y espada. (Sí, era esa época en la que comencé a querer tirar abajo prejuicios discriminadores y separatistas, y esquemas mentales cerrados y equivocados). Lo más triste de este asunto, es que esto generó un rumor, inventado por una misma compañera del grupo “poniéndose el parche antes de la herida”, diciéndole a otra que yo me avergonzaba de ella, cuando en realidad, yo fui la primera en defenderlas a todas, quien abogó para que la amistad continuara sin importar lo ñoñas que las viera el resto. Lo que importaba era lo que teníamos, nuestro cariño y nuestro lazo. Pero mis explicaciones no bastaron, el gritar mi verdad no bastó. Esta persona terminó odiándome -según sus propias palabras-, argumentando que esa otra compañera no tenía razones para mentirle. Nunca entendí su motivación ni su propósito, aunque se lo pregunté directamente. No hubo respuesta clara, sólo lágrimas y culpabilidad en su rostro. Y aún así, traté de entenderla y perdonarla, pese a lo que hizo.
Hice los esfuerzos que estuvieron al alcance de mi mano, haciendo llamadas durante todas las vacaciones de verano, para pedir disculpas que no debía pedir, para poder ser escuchada, para sanar un corazón roto, que habían dañado en mi nombre, con crueldad. No resultó, como les cuento, pero el ambiente escolar nos volvió a unir por compromiso y costumbre, quizás ninguna se atrevía ni sabía a dónde más ir... El tiempo pasó, y con ello, muchos otros sucesos, los cuales tratábamos de resolver con madurez. 

El segundo aviso importante pasó a mitad de la secundaria, en el que, la relación ya gastada, ya cansada, ya “estirada” demás, al fin iba a romperse. Una nueva mentira, una grave, que incluía esta vez, a mi hermana, la cual no estaba presente ese día. Encontré una nota, abandonada a su suerte, sin ningún cuidado en el piso, la cual iba dirigida a otra compañera fuera del grupo, pero amiga en común de algunas de nosotras. En ella inventaba un ataque violento y físico que supuestamente mi hermana preparaba contra la persona que escribió la nota (la misma persona que dañó mi relación con la amiga anterior). Como si para una niña de 14 ó 15 años fuese tan fácil contratar a un matón.
No lo soporté, aclaré las cosas con la chica que recibió el papel y luego encaré a la mentirosa. Nunca le había subido la voz tanto a alguien, nunca le había hablado con tanto dolor a alguien que quería, a alguien con quien conversaba todos los días, a quien apoyaba, consolaba, defendía y aconsejaba incondicionalmente. Nos regañaron a todas injustamente. “¡impertinentes profesores, no entienden lo que pasa. No dimensionan la gravedad de esto!” pensé, (seguramente con palabras más fuertes). No volvimos a hablar luego de ello, nuestros caminos estaban irremediablemente separados ya. 

Otras personas de confianza me contaron los chismes, mentiras y cosas feas que decían de mi hermana y de mí. Falacias que les podrían la boca, pero que, con sinceridad, en primera instancia me hicieron reír genuinamente. Entendí que sólo almas tristes hablan así de alguien que quisieron. Ahora pienso que me lo tomé demasiado bien, tenía un temple de acero en ese entonces. Debí refutar, pero ¿para qué? ya todo había acabado, no quise volver atrás, pero al parecer les importaba más a ellas, de los que ellas me importaban a mí ahora. Me alegro de nunca haber caído en su juego malsano, de no haber hablado mal de ninguna, de no haber revelado ningún secreto, de hecho, jamás hablé de esto sino hasta ahora. Después de más de 13 años. ¿Por qué ahora? sólo necesito sacarlo de mi sistema, ya que no pude evitar recordar este suceso luego de terminar recientemente otra amistad, en otro contexto y de otra forma, la cual contaré próximamente.

martes, 12 de enero de 2016

Sagrado placer


¿Tienes  una  consigna, cual grito de guerra, cuando te quedas completamente solo, siendo amo y señor en tu casa? La mía, como William Wallace, interpretado por Mel Gibson en corazón valiente es: “¡Libertad!”

No hay privilegio más santo que el de desligarte por completo del mundo sin partir a otro sitio, sin ser exiliado, sin tener que inventarte un camino y un rumbo, sin buscar con desespero un templo en el que puedas retirarte entregándote al silencio, a la nada y al vacío. Cuando tienes la casa para ti solo, por completo, se vuelve inmensa y majestuosa como un monasterio olvidado, ya que en su momentáneo abandono, tú te abandonas, apaciblemente, en él. Te transformas, o mejor dicho, te permites ser: Actúas como un niño creativo, feliz y loco; cantando estupideces, revelando bailes exóticos e invocando espíritus ancestrales para que te acompañen en tu gozo, o, te quedas inamovible, contemplativo, hundiéndote en el callado respirar de tu hogar. Una quietud así, no puede ser profanada con perturbaciones ridículas ahora que posees esta oportunidad, este honor.
Actúes como actúes, lo disfrutes de la manera en que quieras y te permitas disfrutarlo, me he dado cuenta hoy, -después de tantos años, sin tener al menos una hora de total control en esta fortaleza- que es un menester y una urgencia ese espacio solitario y privado para alcanzar el balance y la paz anhelada, reintegrando, quizás, todas tus partes disociadas, torcidas, acalambradas, oprimidas y cansadas. El alma necesita reír a solas, como “el loco” de Gibrán Khalil, descender a su infierno a solas, visitar su cielo a solas, gritar, llorar y crear a solas. En necesario volver a verte a solas, sin prejuicios, sin influencias externas. Es necesario que puedas atravesar el otro lado del espejo por ti mismo.

Sé de esas personas que no toleran estar solas, que no soportan “el ruido del silencio”. En ellas hay un miedo infundado al desamparo que provoca la inmensidad de la soledad. Desconocen su hermosura y sus dones.
Sepan, estimados y estimadas, que la soledad posee una sabiduría bellísima que no se halla en nada más. Hay en ella una enseñanza más profunda y honesta que en cualquier otra cosa, porque devela misterios, secretos y claves de un valor inigualable para la humanidad y el individuo si sabemos interpretarla.
Estar solo en plena soledad, desde un plano positivo, es de lo más virtuoso que conozco. De entre los más benditos placeres que puede entregarnos la vida, es el de respirar al silencio. Así que si gustas experimentar algo único, quédate a solas contigo sin nadie alrededor, libérate de cadenas. Ni si quieras tienes que desenmascararte por completo si no estás listo ni te interesa, pero al menos date la oportunidad de leer en voz alta, escuchar música a todo volumen, de reír por tonterías hablando contigo mismo, de inventar canciones para nadie y dedicar bailes al éxtasis sin miedo al ridículo, es liberador como una de las mejores experiencias y procesos sanadores.

Puede ser que yo no haya hecho todo eso, porque no tuve el tiempo necesario, solamente unos breves instantes, pero fue refrescante como una bocanada de aire nuevo y limpio mientras duró. Yo lo aproveché para vocalizar mantras y escribir. No me bastó, pero fue un comienzo.

domingo, 3 de enero de 2016

Pequeña voluntad


¡Ah!, la raquítica y pequeña voluntad del hombre vive en amenaza constante, empujada, tentativamente, hacia su muerte. Lo observo noche a noche, cuando el cuerpo se recuesta al filo de la cama, entregado, inerte y ansioso, ante esa remota posibilidad de caer por un abismo sin fondo, esperanzado de llegar a ese momento clave, en el que se ignora cuándo se termina de caer y se comienza, entonces, a volar… Pero no; La realidad es siempre más fatídica que esto para el endeble de espíritu: En el peor de los casos todo seguirá igual, al borde de la cama, con las vanas ilusiones cavilando, o, en el mejor de ellos, quedarás suspendido en un vacío visceral, sin tiempo y sin razones…


28-12-2015