"No eres sociable, ni lo intentas. Te quedas apartada en un lado, ningún panorama te gusta. ¿Por qué no quieres ir a esta fiesta? ¡siempre rechazas invitaciones! Te quedarás sola, a los demás no les gustan las personas serias. El problema eres tú."
¿A cuántos de ustedes le han dicho cosas como éstas?. ¿cuántas veces se han quedado cabizbajos y frustrados pensando que ustedes son los que siempre fallan, que son aguafiestas, que no sirven como anfitriones, que no saben hacer amigos y que son la basura más aburrida del mundo?
Ni si quiera me atrevo a preguntar sobre todos los esfuerzos que han tenido que hacer para tratar de amoldarse en algún sitio, y acabaron excluyéndose a sí mismos.
Después de ver como algunos se van alejando de ti muy disimuladamente, no te dirigen la mirada durante las conversaciones, no reaccionan a tus propuestas ni continúan la idea de tus opiniones, sin duda alguna uno se da por aludido. Es casi inevitable pensar que uno es el que no encaja y el que está mal. Y probablemente sea cierto que no encajemos, pero no los que estemos mal. Esto lo aprendí apenas hace unas semanas.
Llevaba años creyendo esas críticas, pensando que yo era el problema, que yo "estaba mal", porque pese a mis intentos me sentía incómoda en cualquier grupo, incluso, más recientemente, en salidas dobles que incluían personas muy cercanas a mí. Los reproches iban dirigidos hacia mí, y más adelante, también hacia mi compañero. "¿Realmente somos una pareja que no sirve para citas dobles, ni celebraciones, ni panoramas en grupo?, ¿Tan mal lo estamos haciendo, pese a que tratamos de hablar, compartir, debatir y proponer?, ¿qué falta, qué sobra?". Me rendí, pues sola no funcionaba y aún teniendo el apoyo de mi persona favorita, las cosas no mejoraron. Me culpé, sentí algo de molestia porque el resto no aceptara que no somos como los demás, tristeza por pensar que este ciclo jamás acabaría y que debía resignarme. "Eres de los raros" me decían y me decía yo misma, como una crítica y como un consuelo. Hasta que ocurrió la magia...
Un amigo de mi esposo viajó hasta Chile para encontrarse con nosotros y también presentarnos a su novia. Ese día estaba bastante enferma, lo que tuve presente por si la incomodidad me ganaba y no me sentía capaz de asistir. Pero fui fuerte, dejé atrás las malas experiencias, quise estar presente en un momento tan especial y darnos la oportunidad de ver qué pasaba. Estaba nerviosa, inquieta, no sabía bien cómo actuar, aunque la respuesta esencial siempre es "ser uno mismo", pero ¿qué faceta sacar primero y en qué medida? No había tiempo ya para cuestionamientos, habían llegado. Mi esposo me llevó rápido de la mano, sin escapatoria alguna, y entre sonrisas, abrazos y besos, la velada empezó. Para no entrar demasiado en detalles, debo decir que compartir un Granizado de café con gente compatible, sin duda marca la diferencia, y hace caer los auto-conceptos errados que tenemos, te rompe tus esquemas, tira abajo radicalmente los prejuicios y crtíticas negativas que te hicieron creer sobre ti.
Miré emocionada a mi esposo, admirada y orgullosa por su desenvolvimiento, por su guía como anfitrión: "Es excelente. Lo tiene todo organizado" -pensé- "Qué dicha verlo compartiendo, con toda la naturalidad del mundo. Demostrando lo tan divertido que puede llegar a ser, pero que en otros contextos y con otras personas no le fue permitido". No sólo me asombré de él, sino de mí, tratando de hacerlos sentir cómodos, siendo yo misma, sonriendo, interactuando sin tapujos, sin vergüenzas, sin autolimitaciones. La verdad es que los cuatro dimos y recibimos; ayudó mucho que este amigo fuese confiado y carismático, y que mostrara libremente su alegría por este momento, y por compartir con todos los presentes. Lo que me da a entender que la responsabilidad de un buen momento no es sólo nuestra, sino de todos los individuos. Esto permite soltar la carga. No necesitamos esa presión.
Miré emocionada a mi esposo, admirada y orgullosa por su desenvolvimiento, por su guía como anfitrión: "Es excelente. Lo tiene todo organizado" -pensé- "Qué dicha verlo compartiendo, con toda la naturalidad del mundo. Demostrando lo tan divertido que puede llegar a ser, pero que en otros contextos y con otras personas no le fue permitido". No sólo me asombré de él, sino de mí, tratando de hacerlos sentir cómodos, siendo yo misma, sonriendo, interactuando sin tapujos, sin vergüenzas, sin autolimitaciones. La verdad es que los cuatro dimos y recibimos; ayudó mucho que este amigo fuese confiado y carismático, y que mostrara libremente su alegría por este momento, y por compartir con todos los presentes. Lo que me da a entender que la responsabilidad de un buen momento no es sólo nuestra, sino de todos los individuos. Esto permite soltar la carga. No necesitamos esa presión.
Entonces me fueron reveladas dos grandes enseñanzas además:
*Primero: No debemos creer todo lo malo que se dice de nosotros. Sólo uno mismo es capaz de saber quién es y cómo es en verdad.
*Y Segundo: Uno no es el problema, el problema es estar en un grupo que no es empático ni afín a ti, así que nunca te quedes por obligación en un sitio en el que no estás atado literalmente, intenta que ni la costumbre, ni el miedo a lo nuevo, ni el compromiso sean tus cadenas. No te quedes donde no eres apreciado.
Nos equivocaremos reiteradas veces tratando de hallar esa afinidad con otros, pero los sobre-esfuerzos están de sobra, ya que esas almas llegarán fluidamente a tu vida, de la forma más natural y simple posible. Tengo fe en que sabiendo esto, podrán encontrar ese grupo soñado, aceptándolos tal cual, sin ideales ni estándares innecesarios. Será una reunión nutricia, que aportará mucho para todos los implicados, podrán conectar sin problemas, descubrirán cosas de sí mismos, romperán los paradigmas mentales equivocados que tienen sobre sí, y verán que sus ideas son apreciadas, que respetan sus opiniones, que los escuchan y que los aceptan: La compatibilidad es la base.